viernes, 25 de abril de 2008

Zoológico personal XI


de Luco

EL VENDEDOR DE PÁJAROS

El anciano dijo:
"Qué lástima que todos mis hijos y mis nietos se hayan muerto.
Esta noche regresarán los diez pájaros que vendí hoy en la feria. Los mismos que vendí ayer. Los mismos que vendo desde hace muchos años.
Regresarán como siempre a la jaula. El último que llega es el que cierra la puerta. Después la abren. Salen uno detrás del otro para dormir sobre mi pecho, en mis zobacos, entre mis piernas y despertarme al amanecer cantando y picotear en la barba unas migas de pan, unos granos de arroz, algún fideo, lo que cae del tenedor o la cuchara en la cena y beber unas gotas de vino, ese trago que no alcanza la lengua y se queda en los labios para ellos.
Qué lástima que todos mis hijos y mis nietos se hayan muerto. Qué lástima. Podían seguir viviendo de este oficio de vender pájaros.
Los cacé sin redes, sin tramperas, sin herirlos. Los cacé en la selva extendiendo los brazos como un mendigo. Y vinieron a posarse en mis manos. Diez dedos, diez pájaros. Eran pichones. No sabían cantar. Los puse en el suelo, en fila. Destapé una botella de vino, la bebí y cuando estaba vacía, mojé con la lengua el corcho y froté la botella. Con esa música les enseñé a cantar. "Así se canta"-les dije-. Y cantaron. Después les enseñé a volar y a volver a la jaula, y aprendieron. Después los llevé a la feria y los vendí. Volvieron a la jaula esa noche. Siempre volvieron a la jaula.
Que lástima que todos mis hijos y mis nietos se hayan muerto."

JAVIER VILLAFAÑE

3 comentarios:

Lucía dijo...

Cuando Candelaria vio el dibujo creyó que era un hombre sin ojos pero con una gran sonrisa, una capa larga que le cubría todo el cuerpo menos una cola de ornitorrinco y las manos que se apoyan en las piedras. Quiero definitivamente volver a tener doce años.

Anónimo dijo...

Preciosa historia.

Bernardo dijo...

Algún día tendré ochenta años y una barba de la que coman diez pájaros, e practicado el rostro de mendigo pero me queda mucho para aprender a estirar los brazos, aun así prometo invitarte.