viernes, 21 de diciembre de 2007

Silencio en la noche, ya todo está en calma

"Silencio en la noche, ya todo esta en calma,
el músculo duerme, la ambición descansa.
Meciendo una cuna, una madre canta,
un canto querido que llega hasta el alma
porque en esa cuna está su esperanza"


Fragmento del tango
Silencio, de Carlos Gardel

Silencio en la noche que adivina sábanas y mullida horizontalidad.

Ya ha pasado. Qué resta, sino el merecido descanso.

Caminaba por las callecitas de San Telmo. Rumiaba mis pensamientos y revivía los sonidos de la noche. Me surgió así la pregunta: ¿para qué se hace música? son éstas quizás las horas más metafísicas de la noche donde toda pregunta tiene una hondura poco característica en horas de ajetreo y vigilia. Pensé luego -como es mi costumbre ante cuestiones de difícil respuesta- preguntarme algo más cercano, más tangible quizás: ¿qué me importaba cuando me sentaba al piano, cuando mis dedos hacían sonidos, cuando el compás no era otra cosa que pulso y energía? Muchas respuestas son posibles, pero he encontrado solamente dos realmente convincentes: por un lado el goce y el disfrute artístico, las ganas de poner todo aquello que se lleva con uno la música y las teclas blancas y negras del piano. Todo eso que se da y que a veces vuelve a uno, como ocurrió esta noche. La segunda respuesta es la siguiente: es para los afectos. ¿Qué sería del arte sin quien lo contemple? quizás aquellos ermitaños que grabaron los ahora famosos petroglifos para acercarse a lo que veían distante consideraban el arte de otra forma, pero si nadie quien realmente me importase hubiera estado esta noche prestando sus oídos y su alma para vibrar en conjunto con la música todo hubiera tenido mucho menos valor. No se hace música para los demás sino para uno mismo, pero al haber oyentes apreciados todo se resignifica, se aprecia de otra manera. ¿Cómo afrontar el silencio luego del concierto sin aquellas almas que lo percibieron, sin esos abrazos tan valiosos? "Silencio en la noche, ya todo está en calma... el músculo duerme, la ambición descansa" reza Gardel en su tango Silencio. El músculo quizás no esté ahora dormido sino meciéndose sobre otro teclado, pero de seguro descansa. La ambición... ¡ay! quizás requiera otra ocasión y otras charlas que -no dudo- se darán más adelante. De seguro la ambición está en paz conmigo.

Por alguna razón es más políticamente correcto decir que se percibieron los errores y que se trabajará para mejorarlos en vez de hablar de méritos y alegrías, pero ¡qué diantres! ¡cómo disfruté este concierto! mil errores se sucedieron, uno tras otro, sí, y la cabeza trabaja a megámetro por segundo en esos momentos corrigiendo rumbos y reparando traspiés y trasdedos. Como dice un ser muy querido para mí, el lenguaje políticamente correcto me lo meto en el orto. A poco se llega con politiquerías berretas y amores de cotillón. Reconozco que esta noche hubo entrega, hubo pasión y hubo rock and roll. Cada cual juzgará si lo sintió de esa manera, pero fue mi percepción desde las banquetas cuadradas y apiladas..

La música es un amante celoso, digo parafraseándome. ¿Cómo caer ahora en el silencio sin sentir que mañana esto continúa? ¿Cómo levantarse de sábanas con olores ajenos luego de un disfrute pleno sintiendo que no se repetirá? No sé cómo se transforma en algo casi ajeno a mi decisión: la función debe continuar... y continuará.

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