martes, 27 de mayo de 2008

Video: El concierto (Leo Masliah)




Era un concierto de música culta

y renacían las fuerzas ocultas
de los antiguos maestros geniales,
de los eternos, de los inmortales.

Era un concierto, era el goce más fino,
era un contacto con algo divino.
Era solemne, era casi sagrado,
era un placer de lo más elevado.

Flautas, violines, trompetas, platillos,
sonaban entre corbatas, anillos,
entre bolsillos rellenos de plata,
entre las llaves de algún cola chata.

Entre collares, pelucas, colgantes,
entre tapados de piel, entre guantes;
entre abogados y algún escribano
y dos o tres profesoras de piano.

La gente oía con mucho entusiasmo:
estaban todos al borde del pasmo.
Es que la música seria, la fina,
le pone a uno la piel de gallina.

Era profundo, era algo sublime.
Decime vos, si no es cierto, decime,
si el director a pesar de ser joven
no era la imagen del propio Beethoven.

Era el edén para los que asistían:
sonaba justo como ellos querían,
sonaba tan culto, tan elevado,
que tuvo un triste fatal resultado.

Porque de a poco la gente ascendía
bajo el efecto del arte, subía.
Iban en busca quizás de la altura
correspondiente a esa música pura.

Y las butacas quedaron vacías:
toda la gente subía y subía,
siempre más alto en el aire tomado
por aquel arte supremo elevado.

Mientras la orquesta seguía tocando,
toda la gente se iba estrellando
casi a la vez la cabeza en el techo,
quedaban todos los cráneos deshechos.

Y por la fuerza de los cabezazos
se fue cayendo el teatro a pedazos.
Toda la orquesta quedó sepultada,
quedó enterrada, quedó mutilada.

Y los oyentes seguían sin pausa
subiendo, pero ya por otra causa:
ya no era el arte que los elevaba,
era la Muerte que se los llevaba.

3 comentarios:

Pepe Dildo dijo...

Tiene cara de puré con sanchichas.

Lucía dijo...

Siempre me sorprendió la relación que existe entre música y ropa. Pareciera que la música tiene que ver con la ideología y la ropa es el elemento más a mano para representarla. Sin embargo, esto me parece algo adolescente, al terminar en la formación de una identidad de grupo, homogénea. La música es el arte que se da directamente, no necesita que su receptor esté con pieles o pobremente vestido o con remeras negras o bombachas de gaucho, ni siquiera necesita información previa para percibirla. ¿Uds qué creen?

Anónimo dijo...

Creo que ningún arte de por sí requiere una información previa para ser apreciado, sea un conocimiento de ese arte o del contexto en donde la pieza u obra fue creada.

Sí me parece que conociendo los menesteres de un arte en particular se tienen herramientas para adentrarse aún más en la obra.

Particularmente en lo que a música respecta, siento que haber perdido esa escucha "de civil" me ha dado posibilidades de prestar atención a otras cosas: armonías, contrapuntos, contracantos y giros melódicos particulares e interesantes.

En otro orden de cosas, siempre me han parecido ridículos los ambientes artísticos en donde se requiere cierto tipo de vestimenta para ser un "espectador capacitado". Recuerdo una noche en que por esos menesteres de la vida estuve presenciando un concierto de música punk. Cabe aclarar, para quien no me conoce, que mi forma de vestir dista enormemente de la habitual en estos círculos. El concierto terminó sin percances, pero noté ciertas miradas no del todo gratas hacia mi persona.

Por otra parte, quien se sienta mejor identificado con un género o estilo artístico llevando cierto tipo de vestimenta, allá él. No me considero apto para reprobarlo, aunque lo considero innecesario.

Hay una anécdota que vale la pena comentar; no porque tenga que ver con el tema en sí, pero fue un hecho que sucedió yendo a aquel concierto punk: caminando por el paso cebra de la Av. 9 de Julio a la altura de Corrientes, noté que un extraño ente nos acompañaba: un zapallito cruzaba con nosotros, a marcha veloz. Ese pequeño transeúnte me ha dejado perplejo. Cierto es que poco transito la mencionada Avenida en horas de la madrugada; quizás es horario frecuente para el cruce de zapallitos. O tal vez se trataba de un zapallito perdido buscando su verdulería. Nunca lo sabré.