qué ganas de cambiar los saludos en la calle por un minuto de rumba entre los autos, y en el ascensor, en vez de comentarios sobre el clima, besarse hasta que sólo haga calor,
y no preguntarle por la familia al conocido, sino avisarle que al pisar las rayas de las baldosas pierde, y empezar a saltar los dos en un pie hasta la esquina
y al llegar al cementerio reír a carcajadas porque has muerto y hacer pis en un árbol como un perro
pero qué me dirán cuando ofrezca un vaso de alquitrán como café y le pellizquemos al pasar la cola al policía que todos los días nos mira nuestra cola
qué pensarán cuando responda “amarilla” al que me pregunte la hora y señale los gorriones cuando pase un avión
qué manía de perder mi cara entre las caras de la gente y mi nombre en un sobre sin destino y qué será del mundo y de nosotros
cuando el escenario se ensanche y valga la pena vivir